Tuesday, January 14, 2014

Karma

Todos los sabios, pensadores, poetas, filósofos y científicos verdaderos han estado de acuerdo en que si una persona vive en total armonía con la Naturaleza es imposible que su cuerpo enferme. 


La enfermedad es desarmonía; esto es, dejar de vibrar al ritmo melodioso y constante de la vida. Los resultados: virus, llagas, dolores, debilidad e impedimentos. Lo grave es que, comúnmente, se atacan esas manifestaciones únicamente, sin tener en cuenta las fuentes escondidas que las originan; de ahí los resultados tan desalentadores.

La gente sabe que la vida es una vibración, pero desconocemos que esa vibración debe estar a tono con el Cosmos y con la Naturaleza de la cual provenimos y somos. La gente cree que la Naturaleza son los árboles, las plantas, las flores, los ríos y todo lo que ve cuando sale al campo. 


Les falta mucho; toda la selva junta es una pequeña manifestación del Gran Todo que tiene que vibrar al unísono con nosotros.

La Naturaleza es Dios y, por tanto, Dios son los ríos, los animales, los insectos, los virus, las bacterias, los ángeles, el viento, luna, las estrellas y nosotros. Cuando nuestra vibración se separa de la vibración Universal, enfermamos.

La gente, en general, sólo se interesa por sus hijos, familiares y amigos. La gente se interesa por su mundillo, sus objetos, sus intereses socioeconomicos, pero poco les importa el resto del Universo; de esta forma dejan de vibrar al unísono con Él.
A una madre le interesa la gripe de su hijo, y ni repara en los miles de niños que a diario mueren de hambre en el mundo. 

Más se preocupa el jardinero por la flor que alguien robó de su jardín, que por los millones de hectáreas que a diario se talan en el mundo, para hacer la carga de periódicos llenos de bagatelas que a diario traen a las viviendas, y también para hacer toneladas de las cajas de cartón de los supermercados y almacenes.

Nadie se duele de los árboles gigantescos y centenarios que tuvieron que asesinar para hacer los muebles de la casa, los armarios, pasamanos, pisos y escritorios de oficina. Tampoco a la gente le duele los miles de millones de animales que mueren torturados en los laboratorios, diariamente, sometidos a martirios sin nombre por médicos despiadados que los despedazan vivos, lentamente, para experimentos tontos y para producir vacunas, sueros y antibióticos que envenenan poco a poco la humanidad.

¿Cómo, entonces, se exige salud si estamos acabando con Dios, que es la Naturaleza y, a la vez, somos parte inseparable de ella? Cada cual quiere llevar agua a su molino y dejar seco el pozo del vecino. Todos hacemos parte de un "Todo" y, cuando descuidamos esa otra parte nuestra, que creemos separada totalmente, es cuando tarde o temprano regresa a cobrarnos, en forma de enfermedad, el descuido que tuvimos.

Las enfermedades incurables, cuya causa primigenia es el desconocimiento de las Leyes Naturales, están hoy más que nunca acabando con la humanidad, ante la presencia inoperante de una tecnificación médica, que busca donde no está la causa.

Ni permaneciendo el hombre sentado junto al fuego de su hogar puede escaparse de los males que él mismo ha causado - Karma

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